El Cuento de la Criada de Margaret Atwood - Salamandra
No debe existir diversión con respecto a nosotras, no hay lugar para que florezcan deseos ocultos; no se pueden conseguir favores especiales, ni por parte de ellos ni por parte nuestra, no hay ninguna base en la que pueda asentarse el amor. Somos matrices de dos piernas, eso es todo: somos vasos sagrados, cálices ambulantes.
En la República de Gilead, el cuerpo de Defred solo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela -o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir- le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo.
No voy a hacer una reseña de este libro, no voy a hablar sobre los aspectos negativos o positivos de la historia ni sobre la autora. En este post, voy a hablar sobre lo preocupantemente real que se ha vuelto esta novela de ficción.
Año 1980, un país, Gilead, gobernado por un gobierno teócrata, ultraconservador, donde se utiliza el nombre de Dios para justificar la vulneración de los derechos humanos, la persecución de los intelectuales y la cosificación de la mujer.
¿No os suena aquello del aborto como algo ilegal penado con la muerte o el empleo de mujeres como simples recipientes para proporcionar hijos a las clases altas?, ¿y lo de robar a niños o negar anestesia en el parto?, ¿y aquello de echar la culpa a la vestimenta o al comportamiento de una mujer para justificar una violación?, ¿y eso de meternos miedo con que vamos a ser maltratadas, violadas si salimos a la calle, si hablamos con otros hombres, si tenemos libertad?
Por desgracia, lo que se cuenta en este libro no me sorprende. Concretamente, el país en el que se desarrolla el libro, Gilead (que como se explica en la historia en su pasado era EEUU), El Cuento de la Criada se ha acabado convirtiendo en aquello que imaginó Margaret Atwood. Una auténtica pesadilla.